El ciclo estacional está enquistado en lo más recóndito de las estructuras celulares y moleculares del planeta tierra y por ende de sus habitantes; por tal motivo los antiguos estudiosos del acaecer estelar apreciaron las congruencias manifiestas entre los acontecimientos presentes en la bóveda celeste y los sucesos terrestres, lo que les indujo a apreciar la trascendencia de los cambios estacionales por la particular injerencia que tienen en el proceso vital. Se trata de cuatro instantes que son coincidentes con el inicio de la primavera, del verano, del otoño y del invierno, dando pie así a enaltecer las fechas de los equinoccios y de los solsticios por la nueva dinámica a la que se ven expuestos los seres vivos. Estos hechos evidencian en los hechos la existencia de los momentos de apertura estacional al ser el asidero estructural de los cambios de ropaje manifiestos en los reinos vegetal, animal y humano. Es aquí donde la Cronobiología sale a relucir exhibiendo el fruto de sus investigaciones en torno a la depresión estacional, lo que ha permitido evidenciar la sincronía de los procesos biológicos con el ritmo de las estaciones (que se encuentra suficientemente documentado), de manera tal que lleva a reiterar la importancia del zodiaco trópico por sus implicaciones sobre la vida en su conjunto.
Las antiguas civilizaciones, valiéndose de otros mecanismos para identificar las poderosas conexiones presentes entre la tierra y el cielo, pudieron percibir la trascendencia que tiene el cambio de signo de los planetas en su cotidiano desplazamiento; de los ciclos estacionales y de los cambios de luna entre otros, haciendo gala de cauces hoy no contemplados para hallar la verdad, dándose cuenta de la importancia de fraccionar cada uno de estos períodos en tres momentos, con el fin de hacer más específicas sus apreciaciones y producto de milenarios estudios y de esfuerzos mancomunados por parte de infinidad de investigadores, lograron evidenciar los alcances de los signos del zodíaco y emplearon diversos procedimientos que les dieron luces sobre la existencia de atributos particulares que les son propios y de campos de acción específicos con los que son partícipes.
La precesión de los equinoccios
Los signos del zodíaco y las constelaciones zodiacales cuentan con un nombre parecido y están en el mismo lugar, pero tienen tamaños distintos y actualmente no coinciden, están en el mismo lugar como producto de la Precesión de los Equinoccios. Hace dos mil años coincidieron los cero grados del signo Aries con los cero grados de la constelación de Aries, sin embargo, fruto del movimiento axial del eje terrestre, todos los años cuando el sol entra a los 00° 00’ 00’’ del signo de Aries, al proyectar la mirada hacia las constelaciones es posible apreciar que se ha devuelto 52” con respecto al año anterior, cosa que al cabo de 2000 años logra retroceder 30° lo que fue conocido por Hiparco, Platón y otros estudiosos del tema desde aquellos tiempos.
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