En la actualidad a la humanidad lo único que le interesa es solucionar el mal y encontrar los caminos para resolverlo, olvidando por completo que esa enfermedad cuenta con una raíz y que se necesita acudir a ella. Por esa razón, cada dolencia se asemeja a un maestro que tiene múltiples funciones no sólo para quien la padece, sino para las personas con las cuales comparte de manera permanente más aún, que llevan en su seno una serie de presiones tendientes a despertar a otras verdades que en últimas permiten asumir la vida de otra forma.
Se puede concluir que la función del terapeuta no sólo consiste en conocer los órganos afectados, las dolencias que padece o en hallar el medicamento ideal o el procedimiento quirúrgico para que se restaure, sino que debe encontrar la raíz psicológica, la condición espiritual o la circunstancia del destino que dio pie a la aparición de esos males; por ende, una vez que el médico esté en condiciones de identificar esas causas, es probable que el paciente, de manera definitiva, supere sus malestares y sane lo que tiene que sanar.
