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Etimología de la palabra zodíaco

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Existen varias vertientes en las que es factible ampararse con el fin de hurgar en este ancestral vocablo de allí la importancia de detenerse en cada una de estas palabras y de acudir a sus raíces etimológicas con el fin de develar sus alcances.

Zoos

En la palabra zodíaco (del gr. ‘ζῳδιακός) su primera parte ‘zoos’ quiere decir animal y la segunda ‘dhyacus’ significa sendero, cauce o camino; de allí, que se interprete como ‘La Ronda de los Animales’. Este término alude a una zona imaginaria de la bóveda estelar por donde avanzan permanentemente los planetas, incluyendo por supuesto al sol y a la luna, la cual se subdivide en doce espacios de una misma longitud, cuyo punto de partida se relaciona con el equinoccio de primavera propio del hemisferio norte.

Zoon

El vocablo griego «‘Zodiaco’ (ζδιακός)» cuenta en su primera parte con varias raíces entre las que están: «‘ζῷον’, ‘zỗion’ y ‘zoon’» y lo más llamativo es que todas ellas se refieren a ‘animal’ lo que hace entrever que en cierta medida está conectada con lo pertinente a la vida y a aquello que la promueve o posibilita. La segunda parte de esta palabra, es ‘kyklos’ que, refleja la presencia de periodos que permiten ser apreciadas de diversas maneras entre las que caben los ‘ritmos vitales’ que apuntan a una realidad irrefutable como es precisamente que la ciclicidad determina la historia terrena y a raíz de eso se convierte en un asidero de gran estima para profundizar en los ciclos a los que cada cosa y ser se hallan expuestos. La apertura o el cierre de determinado ciclo en el mundo astrológico se aborda a la luz de los temporalidad colectiva e individual y se tienen presentes los procesos de mayor o menor intensidad, al igual que la durabilidad que les es propia, ya que existen márgenes de tiempo largos, cortos o situaciones momentáneas.

Zoe

El lexema «Zodiaco (del gr. ζδιακός), lleva en su seno las raíces ‘ζοη’ ‘zoē’ y ‘Ζωή’» que se refieren a la vida. El cristianismo le dio una orientación mística reflejando ‘la vida eterna’ pero en su conjunto está emparentado con todo lo relativo a los seres vivos y en este caso, a los animales que integran el zodíaco. Así estén correspondidos con la realidad estelar, son sinónimo de la vida que emerge permanentemente en y de la tierra fruto de los acompañamientos por parte del sol, la luna y de los demás puntos estelares, lo que refleja la existencia de una diversidad de sincronías entre la vida que sugiere el cielo y la que se plasma en la tierra. Refiriéndose así a la vida orgánica en término general, más aún cuando se aprecia en el latín que su traducción se refiere a ‘vivus’ lo que hace entrever que está correspondido con la anuencia del cosmos para que la vida se materialice. Aquí se hace viable filosofar sobre el acompañamiento del cielo para la vida que se fragua y de su presencia para que se mantenga.

La vida en el cielo y en la tierra

En un universo sincrónico y simétrico en el que todo lo que ocurre cuenta con una explicación y en el que no hay nada que se derive del azar o la casualidad, nos preguntamos ¿cuál es la causa por la que los humanos desde tiempos remotos vieran animales en la bóveda estelar y emplearan los apelativos de algunos de ellos para referirse a los cúmulos de estrellas? la respuesta popular o más razonable, es que al ver esos animales en su cotidianidad; trataron de apreciarlos o de replicarlos como producto de su imaginación o su creatividad en el cielo. Algo parecido sucedió con héroes entre los que destacan Hércules y otros más que fueron subidos a las estrellas y su nombre quedó impreso para la posteridad, tal cual se observa en las constelaciones que tienen sus nombres, lo que nos induce a rebasar las fronteras de los hechos y de la argumentación técnica con el fin de tratar de encontrar la razón sutil y trascendente que condujo a que esto sucediera y que sea tal cual hoy se aprecia. Solo nos resta entender que los seres humanos actuamos según las sugerencias de la lógica y del sentido común, pero sucede que, al margen de esta visión, también existen razones sutiles, invisibles y trascendentes que nos impelen a vivir de la forma en que en lo hacemos, a reaccionar tal cual reaccionamos y a sentirnos atraídos por personas, lugares o circunstancias.

Aquí se ratifica la existencia de un modelo estructural en lo que atañe tanto a la vida que se promueve desde el cielo pero la vez que es decisivo en torno al surgimiento y al mantenimiento de la vida en la tierra, en el sentido que simbólicamente los procesos se ciñen a las sugerencias que erige la bóveda celeste, como si su accionar fuera decisivo en torno a l los procesos que le son característicos y que tienen una particular injerencia en los procesos mismos de la reproducción celular.

La clave de todo se halla en la sintonía entre la vida que sugieren los símbolos que existen en el cielo y la vida que se evidencia minuto a minuto en la dinámica terrena. Lo cierto es que los acontecimientos presentes sobre la faz de la tierra llevan en su seno la anuencia de las estrellas, a modo de un asidero que faculta para que los procesos vitales sean toda una realidad.

Vida o camino

Cabe señalar que algunos autores refiriéndose a la palabra ‘Zoe’ dicen que no tiene que ver con la vida, sino que posee más bien similitud con ‘camino’, sin embargo, hoy nos detenemos a reflexionar sobre estos pareceres y nos damos cuenta que por algo se asimila a ‘camino’ y a ‘vida’ lo que en su conjunto puede referirse al «’camino para la vida’ o al ‘curso o sendero que transita la vida’» queriendo decir que si lo miramos a la luz de la vida, podemos hablar que el zodíaco es un referente de la vida que promueve. Un ejemplo de ello es el natalicio, en el sentido que él hace del zodíaco una vertiente estructural en la que se enmarca de manera literal, de allí que cuando se habla del horóscopo, se hace alusión a la significación del cielo circundante en el momento natal, pero en este caso se interpreta como alusivo a la vida que expresa y de la que es fuente, ya que el zodíaco se convierte en un acompañante que tiene la potestad de animar la dinámica vital.

El zodíaco es un referente de la vida que se fragua por su presencia, pero también y particularmente de los doce matices o de los doce cauces o vertientes que la posibilitan con sus especificidades, tal cual sucede con los signos zodiacales, ya que cada uno de ellos lleva en su seno una infinidad de apreciaciones diferenciadas.

El lexema ‘Zodíaco’ contiene en sus raíces todo aquello pertinente a la dinámica vital y en un sentido más amplio a la existencia, de allí que se asimile a «‘la vida que origina o propicia el cielo’ o a ‘la vida que mantiene el cielo’» y derivado de estas apreciaciones concebir el acaecer cósmico a modo de un soporte para develar el misterio de la vida y en otro contexto, referirse a las doce opciones para diferenciarla con base en los doce signos zodiacales. Es un término que alude a la vida en cuanto a su origen, pero también a los variados campos de acción que contempla en su conjunto, por lo cual, puede reflejar la presencia de 12 cristales para apreciar la creación en su globalidad; de 12 posibilidades para evolucionar y de doce opciones con las que cuenta el alma antes de encarnar.

Son igualmente 12 matices y 12 cauces bajo los cuales es posible abordar la realidad humana.

El zodíaco es un referente intangible y decisivo de la vida que se fragua y se mantiene en la tierra, ya que es de ayuda para apreciar el firmamento como si contuviera una información sutil y trascendente, pero a la vez, que queda impresa en forma indeleble en los seres que toman su primer aliento. Es sinónimo de la vida conectada con el cielo y que tiene mucho que decir en torno a la sincronía entre el acontecimiento cósmico y el terreno. Por esa razón, al auscultar en los acontecimientos manifiestos en las estrellas, se hace posible evidenciar la conexión que tienen, con los acontecimientos manifiestos en nuestro planeta, producto de la zona recorrida por el sol en un momento dado, convirtiéndose así en el motor de la vida en su conjunto, tal cual se aprecia con el solsticio de invierno, en el sentido que refleja el surgimiento de un escenario proclive a la inercia o a la muerte producto de los rigores del clima e igualmente ante la llegada de la primavera se abre la puerta hacia el retorno de la vida.

El estudio de la correspondencia manifiesta entre los eventos celestes y lo que sucede en este mundo fue parte significativa de las convicciones enquistadas en las culturas antiguas. De donde se infiere que aquello manifiesto en la tierra, posee un símil con la expresión celeste y que la dinámica estelar constituye un espejo de lo terreno. Ese cielo conteniendo simbólicamente todo lo relativo a la realidad humana, como si las dimensiones sutiles e intangibles que representan los signos zodiacales poseyeran un decisivo impacto sobre las posibilidades que tienen la vida para manifestarse. Es quizás el acaecer planetario reflejándose sobre lo humano; o los signos como 12 expresiones del proceso vital en relación a los 12 signos zodiacales y las doce casas astrológicas.

Diakós

La segunda parte de la palabra «’Zodiaco’ del gr. ζδιακός), es fuente de diakos’» que fue gestora del vocablo ‘dialŏgus’ derivada del antiguo griego ‘διάλογος’ que el latín transformó en ‘diálogo’ lo que ilustra sobre la sintonía entre las estrellas y los seres humanos; entre el proceso vital que se evidencia en el día a día y en cada hora con los acontecimientos estelares que le acompañan. Es lo que los astrólogos hablan acerca de la impronta manifiesta en el instante de la primera inhalación como un acompañamiento estelar para quien inicia su vida en un momento dado. De la misma manera es el referente de las posibilidades que el ser humano tiene de encontrar una coincidencia con las estrellas a modo de un diálogo fructífero y por ende de una interacción que posee con una infinidad de opciones.

El lexema ‘διάλογος’ (diálogo) cuenta con la raíz ‘διά’ cuya interpretación es ‘día’ lo que sugiere que se encuentra correspondido con la claridad que le es propia o con la luz que simboliza, la cual puede interpretarse como «‘por medio de’ ‘a través de’» lo que la convierte en fuente nutricia de la segunda parte del término ‘logo’ que quiere decir expresión o discurso y que también se corresponde con ‘el conocimiento’. Es por esa razón que la palabra ‘zodíaco’ ilustra sobre ese diálogo manifiesto entre la tierra y el cielo, al igual que refleja la presencia de un estrecho vínculo lingüístico y gramatical que los empalma y que es la clave de una decisiva y perenne interacción que es la fuente de inspiración del astrología la cual, valiéndose de los símbolos o glifos que le son propios ayuda a sus estudiosos a acceder a las luces que allí moran.

El diálogo se refiere a una entrañable conexión o a un intercambio de información, lo que abarca diversas opciones entre las cuales cabe la posibilidad de apreciar por encima de lo individual o especifico, la existencia de una sincronía macro o de grandes alcances, tal cual se evidencia entre los seres vivos y que además, abarca la relación que se tiene con la materia y especialmente con las estrellas, lo que perfectamente puede convertirse en la fuente de una interacción que se deriva por ejemplo, de observar una estrella y de encontrar en su presencia una inspiración particular para la vida o algo que le es propio bajo una nueva visión, lo que es contemplado desde tiempos muy remotos por la cultura Huna que habla de la importancia de hablar con las cosas y por supuesto con el cosmos, la luna, el sol y las estrellas, lo que hace entrever que el actual habitante de nuestro planeta ha olvidado esa antigua frase que alude “al alma de las cosas” y de la posibilidad que se tiene para aprender de todo y de todos.

Solamente por contemplar las estrellas o detenerse en un punto estelar en particular, se abre la puerta acerca de un diálogo que ayuda a sacar a la luz la poderosa y ancestral sincronía que pervive con las estrellas o con el cielo en su conjunto, como si los seres humanos mediante la propia experiencia y la dinámica que les es característica, se comunicaran con las estrellas y ellas por su parte ofrecieran una información. El diálogo apunta a la existencia de dos referentes estructurales que evidencian de manera vívida la raíz griega ‘δι’ ‘di’ que de la misma forma, refleja la presencia de dos escenarios empalmados o de dos mundos que se conjugan como se aprecia con las palabras que llevan en su seno al inicio ‘di’ tal cual lo sugiere: diatónico que se refiere a notas musicales distintas pero que conservan la distancia, dicotomía (dos caminos) y díptero (dos alas) lo que nos habla de la conjugación de dos fuerzas o de dos energías diferentes que exigen la participación de dos dinámicas disímiles que plantean la interacción y la mutua afectación a la que se exponen. Y por contar con el término ‘logos’ pertinente al conocimiento, puede inferir que de esa convivencia con el cielo surge un saber que trasciende o que faculta para rebasar fronteras y posibilita acceder a claridades inusitadas.